Llevaba unos cuantos días
sintiéndome débil sin notarlo, aguantándolo sin darme cuenta. Llevaba unos días
experimentando un dolor del que solo ahora me doy cuenta. Me doy cuenta de que
puedo calmarlo o al menos intentarlo. Escribe y se pasará. Escribe y te
sentirás mejor. El dolor está causado por ciertas situaciones que en su
conjunto te acaban dañando. El dolor empieza siendo ligero y poco a poco, apenas
se puede notar, aumenta. Y uno se acostumbra a ello, sin pararse a pensar que
realmente ese dolor está ahí. Y se aglutina. Se hace una bola. Y uno se siente
mal y no sabe explicar por qué. A veces sencillamente ni si quiera se da cuenta
de que se siente mal, pero lo siente. Es difícil ponerle palabras a un dolor,
es difícil explicarlo, es de otra naturaleza. No es tangible. No es un
pensamiento. Es una sensación causada por un sentimiento, uno detrás de otro. Y
de repente duele tanto que nos derrumbamos. Y nos damos cuenta de que desde
hacía tiempo algo no funcionaba como debería. Y empezamos a entender qué nos
pasaba desde hacía algún tiempo. Empezamos a comprender que el halo gris que
rodeaba los días precedentes, pese a que no nos diéramos cuenta, era el dolor
acechándonos, rodeándonos y metiéndose dentro de nosotros. Y explota. Y
entonces lo notas. Y entonces me doy cuenta de que escribirlo, ponerle
palabras, me ayudará a entenderlo, a controlarlo, a aceptarlo.
El museo de mi alma
miércoles, 13 de mayo de 2015
Escribo
“Escribe cuando sea imprescindible, cuando
duela más no hacerlo que hacerlo”
Entonces levanto la cabeza y
sonrío. Esa soy yo. Me siento tremendamente identificada con ese hecho. De
escritor a amante de la escritura. Para eso escribo, para que deje de doler,
para que sea menos doloroso. Para aclarar las ideas. Escribo en ese momento
porque es el momento en el que hay algo que escribir. Algo que decir. De
repente me encuentro recitando frases en mi cabeza, frases que son de mi
creación, frases que luchan por ser escritas. Y tengo que escribirlas. Cuando
llegan no se pueden ignorar. Se aglutinan en mi cabeza frases impregnadas de
sentimientos, de sensaciones, y yo me siento con la necesidad de coger esas
sensaciones y ponerlas por escrito, de ordenarlas, de controlarlas, de lo
contrario ellas me controlan a mí. Son esos momentos en los que se tienen los
sentimientos a flor de piel, ese momento en el que te sientes débil pero fuerte
a la vez.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)